
Un espacio donde lo invisible toma forma y el arte nace de lo que me habita
Mi arte florece en una esencia femenina, delicada, melancólica y peculiar, donde la belleza, la naturaleza y la magia se entrelazan en silencios suaves
Fui invocada por un anhelo, una chispa de alma. Enviada a este mundo para habitar el arte. Crear es una forma de existir.
Desde lo más profundo, algo vibra, se enciende y se transforma: un pensamiento, un deseo, una emoción… todo puede volverse imagen, forma o palabra. Es una magia suave, pero real. Cuando creo, el exterior se desvanece. Solo quedo yo, siendo y haciendo. Todo fluye sin esfuerzo, sin peso. Y en ese fluir, el alma se revela sin pedir permiso.
Soy una chica introspectiva, sensible y observadora. Introvertida por naturaleza, solitaria por elección. Me muevo entre la delicadeza, la luz y la sombra, entre la sensibilidad cruda y la dualidad que habita en mí. A veces romántica, a veces melancólica. No busco etiquetas, solo autenticidad.
Creo para conocerme, para recordarme, para simplemente ser. Me atrae lo que considero bello: lo femenino, lo natural, lo peculiar, lo oculto, lo mágico y lo culto. Valoro la libertad de existir, pensar, creer, elegir y actuar. Creo en el amor y el respeto hacia mí, hacia los otros y hacia la naturaleza.
Mi vínculo con el arte nació en la infancia y desde entonces crece conmigo cada día. Se volvió mi espacio propio: un refugio, una extensión de mi ser, una forma de contemplar y existir. Disfruto experimentar con materiales y técnicas diversas, libres, sin límites ni fórmulas fija.